martes, 11 de marzo de 2008

GÉNESIS DEL ESTADO MEXICANO

Las Reformas Borbónicas fueron “una estrategia del gobierno imperial para lograr el desarrollo de los intereses materiales y el aumento de la riqueza de la monarquía mediante cambios importantes en aspectos fiscales, militares y comerciales, así como el fomento a las diversa actividades productivas”[1]
Dio origen a grandes cambios económicos, políticos y administrativos que impulsaron los reyes borbones de España, durante el siglo XVIII, para la metrópoli y sus colonias. Estas reformas fueron iniciadas por Felipe V (1700-1746), continuadas por Fernando VI (1746-1759) y desarrolladas principalmente por Carlos III (1759-1788). Los objetivos fueron, básicamente, recuperar la influencia comercial y militar de España, y explotar y defender mejor los enormes recursos coloniales.
El reformismo borbónico privilegió a los españoles europeos, en el acceso a los principales puestos de confianza en el aparato burocrático. Esto fue un duro golpe para la aristocracia criolla, pero el despotismo de los borbones reprimió duramente todo intento de resistencia.
La Corona pretendió afirmar el poder civil sobre el religioso. Esto incluía la restricción de los privilegios y exoneraciones fiscales que gozaban las ordenes católicas. Una institución afectada por el despotismo ilustrado español fue la de los jesuitas, quienes se opusieron al proyecto centralizador de los borbones y por ello fueron expulsados de España y sus colonias en 1767.
La expulsión de los jesuitas y la entrega de las misiones a particulares respondía a un proyecto de reforma para la frontera norte que formaba parte de las grandes reformas ordenadas por el rey borbón Carlos III para Nueva España. Una de estas reformas consistía en restarle poder a la iglesia como institución, liberando sus tierras y sus riquezas, y otra en entregar las tierras a pequeños y medianos particulares para volverlas más eficientes. El famoso visitador de la Nueva España José de Gálvez encabezó estos movimientos de reforma; decretó que se suspendieran las leyes mediante las cuales se separaba a las residencias de los españoles y los indígenas, posibilitando así el mestizaje.
Muchas de las tierras propiedad de los pueblos de misión y de los indígenas fueron entregadas a militares, propietarios particulares y curas del clero diocesano. La idea era repoblar al territorio que había sido abandonado por los indígenas durante las incursiones bélicas de los años de 1740 a 1780 e impulsar el desarrollo con base en una sociedad laica, mestiza y castellanizada.
La composición de la población empezó a cambiar. Se realizaron todo tipo de matrimonios mixtos y los espacios familiares fueron compartidos por un sinnúmero de personas de distintos orígenes. Los pobladores se castellanizaron y mestizaron con el paso del tiempo, formaron sus familias y adquirieron propiedades pequeñas y medianas que pudieron aprovechar y que defendieron durante las luchas del siglo XIX.
El gobierno español realizó algunos intentos para reglamentar la explotación de los trabajadores indígenas en el campo y en las minas. Las reformas decretadas en España fueron muchas veces ineficaces debido a la dificultad de su ejecución. Pero al respecto es “pertinente señalar que las autoridades virreinales eran consientes de que debían de mejorar las condiciones de vida de la población y por eso el segundo virrey de Revillagigedo puso en práctica algunas medidas como: cementerios, vacuna contra la viruela, centros sanitarios, entre otras cosas de higiene básica”.[2]
La existencia de clases sociales muy marcadas: los indígenas, los mestizos, los esclavos negros, los negros libres y los blancos. Los mexicanos blancos a su vez estaban divididos. La clase más alta de todas era la de los peninsulares, aquéllos nacidos en España, que se oponían a los criollos, descendientes de españoles que habían nacido y crecido en la Nueva España. Los peninsulares eran enviados desde España donde adquirían los puestos coloniales más importantes, tanto de la administración civil como eclesiástica. Éstos se mantenían a distancia de los criollos, quienes casi nunca ejercieron cargos de relevancia. El resentimiento de los criollos llegó a ser una fuerza que motivó más tarde el movimiento de la independencia.
A estas condiciones internas se añadió la influencia de las ideas políticas liberales de Europa (la ilustración), particularmente después de la Revolución Francesa. Además la ocupación de España por Napoleón desembocó finalmente la guerra de Independencia de México.
El 16 de septiembre de 1810 Miguel Hidalgo y Costilla, cura del pueblo de Dolores, en el actual estado de Guanajuato, alzó la bandera de la rebelión demandando el fin del mal gobierno, pero sin desconocer el poder del rey español Fernando VII. A pesar de que inicialmente tuvo éxito, la rebelión de Hidalgo no sobrevivió mucho tiempo, ya que fue capturado por las fuerzas realistas y ejecutado en Chihuahua en 1811. El liderazgo del movimiento pasó a otro sacerdote, José María Morelos y Pavón, quien, en 1814, proclamó a México como república independiente de España y abolió la esclavitud. Un año más tarde, Morelos y su ejército fueron derrotados por las fuerzas reales bajo el mando de Agustín de Iturbide, general criollo. La revolución continuó bajo el liderazgo de Vicente Guerrero, quien encabezaba un ejército comparativamente pequeño.
La revolución española de 1820 afectó a la rebelión de México. Las tendencias políticas liberales en España consternaron a los líderes conservadores mexicanos, quienes comenzaron una serie de intrigas con el fin de separar el virreinato de la metrópoli. Por cuenta propia, Iturbide se reunió con Guerrero en 1821 y ambos firmaron un acuerdo por el cual unieron sus fuerzas para llevar a término la independencia. Su plan, conocido como Plan de Iguala, estableció posteriormente tres garantías mutuas: México sería un país independiente gobernado por un monarca español; la religión católica sería la oficial y única del país, y los españoles y criollos tendrían los mismos derechos y privilegios. El virrey Juan Ruiz de Apodaca, depuesto por los insurgentes, huyó a España. El último virrey de la Nueva España fue Juan O’Donojú, quien, a su llegada a México en julio de 1821, aceptó el Tratado de Córdoba, reconociendo la independencia de México.
A continuación, el país vivió un periodo turbulento. En 1822 Iturbide fue proclamado emperador con el nombre de Agustín I. Diez meses más tarde fue destituido por una rebelión dirigida por Antonio López de Santa Anna, su anterior colaborador. Se proclamó la república y Guadalupe Victoria se convirtió en el primer presidente. México, sin embargo, no estaba preparado para la repentina democracia. Se inició el conflicto entre los centralistas (grupo conservador formado por líderes religiosos, terratenientes, criollos y oficiales del ejército, decididos a mantener una forma de gobierno centralizada) y los partidarios de un gobierno federal (facción liberal y anticlerical que apoyaba el establecimiento de estados soberanos unidos en una federación, además del apoyo social a los indígenas y a otros grupos oprimidos). Vicente Guerrero, líder liberal, llegó a ser presidente en 1829, pero fue asesinado en 1831 por las fuerzas dirigidas por el líder político y militar Anastasio Bustamante.
En 1833, López de Santa Anna fue elegido presidente, pero no se presentó hasta el 16 de mayo, por lo que fue sustituto interinamente por el vicepresidente, don Valentín Gómez Farías, representante de la clase media liberal quién creía “que para el progreso del país era necesario que el gobierno estuviese fuera de la influencia del clero y de los elementos conservadores, dictó las leyes que habían de transformar las condiciones sociales y políticas del país” [3]
Por sus ideas Gómez Farías fue considerado como el padre del liberalismo y el antecesor de la Reforma, que ejecutó posteriormente Benito Juárez. Gracias a Gómez Farías se expidieron varias leyes que pretendían mejorar la situación del país, para lo cual pusieron en practica un programa reformista que consistía en destruir la influencia del clero y del ejército sobre el gobierno, decretando la libertad de cultos y la separación de la iglesia y del estado, pugnando por la fundación de escuelas y luchar por la libertad de ideas; así como la difusión de la lectura.
Gómez Farías tenía la intención de proseguir su obra reformista por medio de otras leyes y reglamentos; pero el clero y el ejército, que se sentían descontentos con estas reformas y pidieron a Santa Anna que asumiera la Presidencia y reprimiera a los liberales.
Por otro lado, los habitantes de Texas, entonces bajo la ley mexicana, no estaban conformes con el decreto gubernamental que abolía la esclavitud, y el plan de Santa Anna para centralizar el gobierno incrementó su resentimiento. Texas se rebeló en 1836 y declaró su independencia después de que Santa Anna fuera derrotado de manera decisiva por el líder texano Samuel Houston el 21 de abril de 1836 en San Jacinto. Como resultado de la disputa sobre el límite occidental de Texas entre ciudadanos estadounidenses y mexicanos, y de la intención de los primeros de apoderarse de California, Estados Unidos declaró la guerra a México en mayo de 1846.
Las tropas estadounidenses ocuparon el norte de México y un año después cayeron sobre la capital. El 2 de febrero de 1848, bajo los términos del tratado de Guadalupe Hidalgo, el río Bravo o Grande del Norte se fijó como límite de Texas. Estados Unidos se apoderó además del territorio que actualmente forman los estados de Arizona, California, Colorado, Nuevo México, Nevada, Utah y parte de Wyoming. Unos años después, el Tratado de la Mesilla de 1853 definió el límite de Nuevo México y añadió una franja más de territorio a Estados Unidos.
Después de la guerra, México se enfrentó a un fuerte problema de reconstrucción. Las finanzas estaban devastadas y el prestigio del gobierno, ya débil, había disminuido considerablemente. Santa Anna, obligado a renunciar, regresó del exilio en 1853 y, con el apoyo de los centralistas, se autoproclamó dictador. A principios de 1854 se inició una rebelión liberal y, después de más de un año de intensos enfrentamientos, Santa Anna huyó de México. La revolución fue el primer acontecimiento de una larga y atroz lucha entre las clases poderosas, que tradicionalmente habían dominado México, y los demócratas liberales, que demandaban tener voz en el gobierno.
De ahí surgió la necesidad de organizar una asamblea legislativa que tradujera en normas legales los antiguos ideales de la Independencia. Y para ello se reunió en la ciudad de México el 18 de febrero de 1856 un Congreso Constituyente que estaba formado casi en su totalidad por diputados de ideas avanzadas.
Después de largas deliberaciones, el 5 de febrero de 1857 bajo la presidencia de don Valentín Gómez Farías, el Congreso aprobó la nueva Constitución que organizó al país en forma de “República, representativa, democrática federal, compuesta de veintitrés estados libres y soberanos en su régimen interior, pero unidos en una federación. La nueva Constitución era democrática liberal e individualista y estableció las bases jurídicas de la Nación y del Estado mexicano. Ella hizo la declaración de los derechos del hombre, reconociendo las garantías de libertad, igualdad, propiedad y seguridad, así como la soberanía popular”.[4]
Además se incluyeron en la Constitución las leyes dictadas sobre abolición de fueros, desamortización de bienes de corporaciones civiles y eclesiásticas y la libertad de enseñanza.
Hechas las elecciones conforme a la nueva Constitución resultaron electos pasa Presidente de la República don Ignacio Comonfort, y para Presidente de la Suprema Corte el licenciado Benito Juárez; ambos tomaron posesiones de su cargo y juraron desempeñarlo leal y patrióticamente el 1º. De diciembre de 1857. Comonfort tenía miedo de que las ideas liberales de la constitución recién promulgada, provocaran un conflicto social y por ello decidió no aplicarla, finalmente después de varios conflictos dejo la presidencia y abandono el país; asumiendo la presidencia de la república Benito Juárez.
Juárez comulgaba con las ideas de Gabino Barreda y adivinó en su doctrina positivista el instrumento que necesitaba para cimentar la obra de la revolución reformista. En la reforma educativa de Barreda, Juárez vio el instrumento que hacia para terminar con la era de desorden y la anarquía en que había caído la nación mexicana.
Así que en 1867 Barreda fue llamado por Benito Juárez para formar parte de la comisión encargada de redactar un plan de reorganización educativa. El 2 de diciembre del mismo año, se publicaba la ley que orientaba y reglamentaba la instrucción en México, desde la primaria hasta a profesional, incluyendo la preparatoria. Esta ley reglamentaria de la educación tenía como fondo una doctrina de la que hasta entonces pocos mexicanos tenían noticia: EL POSITIVISMO.
Barreda creía que lo que no está en los límites de la experiencia debe ser considerado como inaccesible. Ejerció una importante influencia social y redactó por encargo del presidente Benito Juárez, vencedor de Maximiliano y de la reacción conservadora la Ley de Instrucción Pública de 1867, creó también la Escuela Nacional Preparatoria.
En uno de sus discursos, Barreda muestra la historia de México como un camino que conduce a una plena independencia o emancipación política, espiritual o mental. La emancipación a que debe llegar la humanidad, según Barreda, es triple: científica, religiosa y política.
El 19 de junio de 1867, era ejecutado en Querétaro, Maximiliano de Austria. Con esta ejecución se daba fin a uno de los episodios más sangrientos de la historia de México. Lucha que se había iniciado en 1810 para obtener la independencia política y que al obtenerse ésta se había transformado en lucha interna. En esta nueva lucha se seguían enfrentando dos fuerzas: el clero y la milicia.
El clero que, aunque sin bienes y sin pode político, tenía el poder espiritual, el poder sobre las conciencias. La milicia, los nuevos caudillos, los hombres que con las armas habían vencido en los campos de batalla y que, al igual que los caudillos militares a los cuales habían vencido, no querían reconocer que la misión de las armas había terminado. El clero hostilizaba al nuevo orden desde los templos y el militarismo desde el campo, provocando continuas revueltas y deserciones.
La independencia de México sólo lo había sido en política y no espiritual. El clero aprovechaba su fuerza espiritual para defender intereses no espirituales: para defender los privilegios que había obtenido en la Colonia.
El partido liberal, al constituirse en estado, en gobierno, tuvo que establecer las bases para un orden social duradero. El orden no podía ser encargado a los grupos que habían sido desplazados: el clero y el militarismo, ni aun a los nuevos militares, que en el fondo seguían siendo tan ambiciosos como los vencidos. De aquí que se pensase en un grupo social, en una clase que ofreciese garantías de orden. Esta clase fue la burguesía mexicana, que era la única clase capaz de garantizar el orden social; también fue quien dio bandera y principios al movimiento revolucionario contra la clase conservadora.
De esta clase había que sacar a los dirigentes para el nuevo orden social. Para esto era menester dar a los miembros de dicha clase una educación especial. Por medio de la educación, se arrancaría las conciencias de los mexicanos de manos del clero. Ahora que e poder pasaba a manos de la burguesía liberal mexicana, ésta trataría de organizar la educación en una forma que favoreciese a los suyos.
A la muerte de Juárez, en 1872, asumió la presidencia de la República Sebastián Lerdo de Tejada, quien intentó eliminar el clima de inestabilidad que imperaba en el país buscando ser reelegido. Este intento provocó la oposición de antiguos liberales encabezados por el oaxaqueño Profirió Díaz.
En 1876, Díaz dirigió la llamada Rebelión de Tuxtepec en contra de la reelección de Lerdo. En el Plan de Tuxtepec se desconocía a Lerdo como presidente, se elevaba a rango de ley suprema la no reelección de presidente y gobernadores y, después de una modificación, se establecía que José María Iglesias, presidente de la Suprema Corte de Justicia, sería nombrado presidente interino
Iglesias no aceptó la propuesta del Plan de Tuxtepec. Sin embargo el levantamiento se extendió por todo el país y, el 23 de noviembre de 1876, Profirió Díaz entró triunfante a la ciudad de México siendo elegido, poco tiempo después, presidente constitucional de los Estados Unidos Mexicanos. Así, bajo la bandera de la no reelección, se iniciaba una historia de continuas reelecciones.
Una vez en el poder, Díaz logró mantener en orden al país sacrificando la libertad. Para ello fortaleció al ejército, que fue el encargado de eliminar cualquier intento de rebelión, incluyó en su gabinete a personas de toda su confianza y se rodeó de un grupo de intelectuales, llamado "los científicos", que elaboró los proyectos económicos, culturales y educativos que "modernizarían" al país y que habían sido soñados desde la Independencia.
Una de las preocupaciones del gobierno porfiriano fue mantener al país eficientemente comunicado. Los telégrafos y los ferrocarriles, como el de la ilustración, jugaron un papel importante en el proceso. Se prestó especial interés al fomento de la educación, una educación que diera un nuevo sentido de identidad, que se basara en las ciencias y tuviera carácter laico. Esta tendencia educativa es conocida con el nombre de "educación científica" y tuvo entre sus bases los principios del positivismo.
En esta época “se hicieron grandes esfuerzos por extender la educación pública, lo que permitió que cada vez más gente pudiera seguir estudios superiores y así se empezó a formar en todo el país una clase media de profesionistas. Se enriqueció la vida cultural con nuevos periódicos, revistas y libros escritos e impresos en México”.[5]
De los temas anteriores podemos rescatar lo más significativo y relevante que se destaco en el ámbito educativo; al igual que los personajes que aportaron sus ideas sobre dicho tema. Por ejemplo Valentín Gómez Farías quien creó la Dirección de Instrucción Pública, impulsó el sistema lancasteriano de enseñanza y decretó el establecimiento de la Biblioteca Nacional. Benito Juárez por su parte publicó la ley que orientaba y reglamentaba la instrucción en México, desde la primaria hasta a profesional, incluyendo la preparatoria; también con la ayuda de Barreda le dieron una nueva orientación a la educación en México; además con las Leyes de Reforma y la separación de la Iglesia y el Estado, la educación también se vio beneficiada con estas nuevas ideas. Barreda ejerció una importante influencia social, difundiendo las ideas del positivismo y creó la Escuela Nacional Preparatoria. Finalmente en el gobierno de Porfirio Díaz se elaboraron proyectos educativos que modernizaron al país, también se dieron más oportunidades a los jóvenes de tener acceso al estudio y se propuso una educación científica basada en la ciencia; la cual se vio influenciada por las ideas del positivismo, tan de moda en esa época.
BIBLIOGRAFÍA:
RICO, Galindo Rosario, ÁVILA, Ramírez Margarita, YARZA, Chousal Ma. Cristina, Historia de México, Editorial SM. México D.F 2002, pp. 252.
http:/www.monografías.com/trabajos15/iglesia-estado-mexico/iglesia-estado-mexico.shtml#REFORMALIB.26 de noviembre.
http:/www.monografías.com/trabajos28/positivismo-jurídico/positivismo-jurídico.shtml# Evolución del positivismo en%20México.2 de diciembre 2007.
Jáuregui, Luis. Nueva historia mínima de México, p.p 127.
Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, SEP. Historia sexto año, México 207. pp.111.
Biblioteca de Consulta Microsoft, Encarta 2005. 1993-2004 Microsoft Corporation.
[1] Jáuregui, Luis. Nueva historia mínima de México, p. 114.
[2] Jáuregui, Luis. Nueva historia mínima de México, p. 125
[3] http:/www.monografías.com/trabajos15/iglesia-estado-mexico/iglesia-estado-mexico.shtml#REFORMALIB.26 de noviembre.
[4] Biblioteca de Consulta Microsoft ® Encarta ® 2005. © 1993-2004 Microsoft Corporation.
[5] Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuito, SEP. Historia sexto año. P.59.

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